sábado, 16 de noviembre de 2013

La Trinidad es amor


Uno de los mayores misterios contenidos en la Biblia y revelado por Dios a los hombres es la existencia de la Trinidad. Es decir, la existencia de tres personas en Dios. Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres personas en un solo ser.
Explicar la Trinidad es complicado, pero, como dice Timothy Keller, pastor de Redeemer Church, más complicado incluso es tratar de explicar a Dios sin la existencia de ella. ¿Por qué? Porque sin la existencia de la Trinidad nos encontramos ante la imposibilidad de explicar que Dios es amor. ¿Por qué? Porque todo aquello que Dios es lo ha sido siempre porque es inmutable en su Ser. Dios es amor, antes, ahora y siempre. Por la eternidad. Aun cuando la creación no existía, Dios era amor. Entonces, si Dios fuese unipersonal ¿cómo podría haber sido amor cuando no había creado aun a los ángeles ni al hombre? ¿quién habría sido el objeto de su amor si además de él, un ser unipersonal, no habría habido nadie más? No es posible explicar la afirmación de que Dios es amor con un ser unipersonal. Sin embargo, un Dios trino puede explicarlo perfectamente: Dios es amor porque cada persona de la Trinidad ama a las otras dos personas con un amor perfecto.
Cada persona de la Trinidad no busca lo suyo, sino glorificar a las otras dos personas. Por ejemplo, Jesús, el Hijo, glorificaba al Padre y al Espíritu Santo.
Respecto a lo anterior existe un malentendido de algunos que creen que Jesús era inferior al Padre por la forma en cómo se refería a Él, pero no es así. Jesús mostraba amor al Padre, no inferioridad. Jesús amaba al Padre y lo honraba en todo momento, pero lo mismo hacía el Padre con Jesús. En efecto, cuando Jesús fue bautizado, el Padre dijo “Este es mi hijo amado, en él tengo complacencia”. Luego, en el pasaje de la transfiguración de Jesús se escucha la voz del Padre decir: “Este es mi hijo amado; a él oíd”. El Padre no dijo “óiganme a mí”, sino le dio toda la honra al Hijo. En el libro del Apocalipsis la Biblia dice que Jesús será exaltado y que ante él toda rodilla se doblará.
Un Dios unipersonal puede ser todopoderoso, omnisciente, pero no amor porque en la eternidad no había nadie que pudiera haber sido objeto de su amor. Un Dios trino, en cambio, tiene el amor como centro de su ser. Tres personas en un solo ser en una relación de amor infinita y eterna. El amor de cada persona de la Trinidad hacia los otras dos personas de ella nos permite entender, también, porque Dios nos pide que no nos centremos en nosotros, sino que lo amemos. La razón es que el amor está en el centro de su Ser: el amor que no busca lo suyo, sino el bien de los otros, es el amor que caracteriza a Dios. Es Dios.

jueves, 14 de noviembre de 2013

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Me gusta aquella gente de una inteligencia clara, limpia, sin preconceptos. Aquella con capacidad para explicar con simplicidad algo enredado y para encontrar soluciones sencillas a problemas complejos…
Pero, más aun, me gusta la gente sencilla, sin retoques. Aquella que es siempre la misma, sin importar quien esté a su derredor. La auténtica, transparente, directa. La que no necesita de un reflector para sentirse importante…
Me gusta, asimismo, aquella que siempre piensa y habla bien del resto. Aquella que anda sin sobreentendidos o sospechando siempre del resto. Aquella que está más pendiente de dar un saludo, que en recibirlo. Aquella que no anda juzgando a la gente, condenándola, discriminándola, sino alentándola…
Me gusta aquella gente que conserva su niñez, que sabe sacar al niño o niña que hay dentro de sí. Y aquella que posee la capacidad de sonreír aun en momentos difíciles; de agradecer a Dios. Aquella que se atreve a decir lo que siente, sin temor, cuando debe hacerlo…
Pero, especialmente, me gusta aquella gente que es lo suficientemente inteligente, sencilla y auténtica para saber pedir perdón y saber darlo.