viernes, 12 de octubre de 2007

“Las Intermitencias de la Muerte” de José Saramago

x Andrea Raimondo


En “Las Intermitencias de la Muerte” Saramago nos presenta a la muerte en una forma magistral. Irónicamente hablando le da vida a la muerte. Humanizando a la muerte se trastocan conceptos de la religión, la moral, la ética y el comportamiento ciudadano. A pesar de la ironía y la oscuridad de un tema tan escabroso como la muerte, el autor inserta de manera muy afable un sentido del humor que hace que la novela no sea pesada y que de vez en cuando el ávido lector lance una carcajada. El rasgo inconfundible de su pluma y las reflexiones del autor nos acompañan y deleitan a lo largo del libro o podríamos decir casi dos libros en uno. Pues la primera parte de la novela nos presenta las consecuencias que la desaparición de la muerte tendría sobre la vida de una nación creando tensiones de todo tipo y color. En la segunda parte del libro sin embargo, cuando ya todos se habían adaptado a tal situación, la muerte decide reanudar su actividad, y de una forma muy reveladora, dando un preaviso de muerte. Lo que origina un nuevo caos y desconcierto generalizado.

Una frase magistral que creo describe o sintetiza el mensaje de esta historia/ensayo es cuando el autor hace referencia a la “realpolitik”, …avanzando por su terrenos pantanosos, cuando el pragmatismo toma la batuta y dirige el concierto sin atender lo que está escrito en la pauta, lo más seguro es que la lógica imperativa de la villanería acabe demostrando, que todavía quedaban unos cuantos escalones que bajar… (p.77). Cuánto debemos bajar para tocar fondo? Cuán morales o inmorales podemos llegar a ser para justificar nuestros medios?

Saramago desarrolla esta narración con una gran fecundidad literaria, social y filosófica que sitúa en el centro la perplejidad del hombre ante la impostergable finitud de la existencia.

Se corromperán las conciencias en los “acuerdos de caballeros” explícitos o tácitos entre el poder político, las mafias y las familias, los ancianos serán detestados por haberse convertido en estorbos. Vamos a pasear un “instante” por Las Intermitencias de Saramago.

El autor al referirse al tiempo de morir, dice que de todos los tiempos ese es el más breve, un suspiro, y ya está, es como una vela que se apaga de repente sin necesidad de que nadie la sople. …Nunca la más suave de las eutanasias podrá ser tan fácil y tan dulce… (p.89). Aquí Saramago nos revela su posición ante un tema tan controversial.

…La intención que indujo a la muerte a interrumpir su actividad fue ofrecer a los seres humanos, que tanto detestan la muerte, una muestra de lo que para ellos sería vivir siempre, eternamente. La muerte al momento de regresar a la normalidad confiesa su total ignorancia acerca de si las dos palabras, siempre y eternamente, son tan sinónimas cuanto en general se cree. Los resultados de dicha medida fueron nefastos desde el punto de vista moral, es decir, filosófico, o ya sea desde un punto de vista pragmático, es decir, social. Por ellos la muerte debió reconocer su error y volver a la normalidad… (p.131). En este caso el autor nos da una enseñanza de cómo analizar una situación negativa, debemos tener la humildad de reconocer el error cometido, y tratar de rectificar el camino.

Interesante el pensamiento a propósito de recordar que …la muerte, por sí misma, sola, sin ninguna ayuda exterior, siempre ha matado mucho menos que el hombre… (p.141). Irónico por demás sabiendo cuanto el hombre, en general, detesta la propia muerte y a propósito de dicho temor no se doblega a la hora de la muerte ajena.

…Quedó demostrado que la muerte en todos sus trazos, atributos y características, era, inconfundiblemente, una mujer. Un grafólogo que estudió el primer manuscrito de la muerte se refirió a una autora, no a un autor. Puede ser que haya sido debido al hecho de que en casi todos los idiomas, con excepción de algunos, no se sabe por qué, la muerte ha sido siempre una persona de sexo femenino… (p.168). Será verdaderamente solo una cuestión de género que las tres imágenes virtuales de la muerte tuvieran el rostro de mujeres jóvenes? Será que la mujer atrapa y el hombre utiliza despiadadamente la guadaña, quién lo sabe?

…Cuando la muerte por su propia cuenta decide suspender su actividad, no se le pasa por la cabeza la idea de que pudiera haber una instancia superior a quien le podría pedir cuentas de tal despropósito. Son estos los peligros del automatismo de las prácticas, de la rutina aletargante, de la praxis cansada. Alguien que cumple escrupulosamente con su trabajo, poniendo su atención en seguir las pautas establecidas, y si al cabo de un tiempo razonable nadie se inmiscuye en como dicha persona cumple con su obligaciones, al cabo de un tiempo, y como le sucedió a la muerte acabará comportándose, sin darse cuenta, como si fuera reina y señora de lo que hace y de cuándo y cómo deberá hacerlo… (p.213). Será que la autosuficiencia puede dañar con el arrebato de su impacto? Los dejo pensando por un sutil momento.

…Cuando el violonchelista está hablando con la muerte en uno de sus tantos diálogos, él le dice que hablar con ella es lo mismo que haber caído en un laberinto sin puertas. A la muerte dicha frase le pareció una excelente definición de la vida. Alguien escribió que cada uno de nosotros es por el momento la vida, sí, por el momento, sólo por el momento… (p.261). Como ya lo describiera Borges en su poema Instantes, muy relacionado con que …nosotros por el momento somos la vida…, comparto con ustedes dicho poema, no se si lo recuerdan. Tal vez Borges haya sido una momentánea o intermitente influencia en Saramago para esta inspiración, quién lo sabe? Va poema:

INSTANTES*
Si pudiera vivir nuevamente mi vida. En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si pudiera volver a vivir viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.


Jorge Luis Borges
***********
Nota: Como se sabe, existen dudas sobre que la autoría de "Instantes" corresponda a Jorge Luís Borges. No obstante, el contenido de este poema resulta bastante pertinente para el tema tratado por la autora de este artículo, quien, desde luego, no desconoce la existencia de dichas dudas (CT).

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